10 jun 2010

Llamar a las cosas por su nombre

Hace unos meses, estaba con mi nieto de casi tres años y unas amigas. Una de ellas que también tiene un nieto de la edad de Ibai, se quedó muy sorprendida al ver lo claro que hablaba y lo bien que se expresaba el mío.

Cierto es que, el niño desde que comenzó a hablar ha adquirido vocabulario a pasos agigantados además de que siempre ha utilizado los tiempos verbales correctamente, unas expresiones que llaman la atención y con una dicción perfecta. En fin, que siempre ha sido muy fácil comunicarse con él por lo bien que se expresa.

Le comenté a mi amiga que sus padres le hablaban claro, de forma correcta y que todos lo hacemos así, pues en mi familia -ya lo hacían mis padres- a los niños siempre se les ha hablado llamando a cada cosa por su nombre, sin diminutivos y sin palabras sustitutas. Y si algo no han entendido, se les ha explicado a su nivel para que lo puedan integrar.

Es cierto que muchas personas tienen la costumbre de utilizar las palabras en su forma diminutiva cuando hablan con niños pequeños: galletita, vasito, sillita, platito… etc.etc. y claro, cuando el niño quiere algo todo es “tito” o “tita”. Y/o cambian los nombres por la onomatopeya, así el perro es el guau-guau, el gato es el miau, el pájaro es el pio-pio, el tren el chu-chu... y cosas por el estilo. Y no digamos la cantidad de nombres absurdos que se inventan para nombrar los genitales, tan sencillo que resulta enseñarle a un niño que tiene un pene y a una niña que tiene una vagina.

Vamos a ver, los niños son personas pequeñas que entienden perfectamente todo lo que se les dice desde que nacen, es cuestión de ponerse a su altura, hablarles despacio y mirarles a los ojos. Y ya está, tal como el niño escucha aprende a hablar, so pena exista un problema de audición o de dicción, por ejemplo.

Claro que cuando yo le pregunté a mi amiga que cómo le hablaban a su nieto, me dijo que bien, por supuesto. Pero luego he visto al niño con sus padres y con sus abuelos, y no me extraña ¡criatura! que aún no sepa expresarse… si de la forma que se dirigen a él no hay quien se entienda.

Todo esto ha venido a mi memoria porque ahora que me muevo por el mundo de la crianza, me he encontrado todo tipo de nombres extraños para nombrar, por ejemplo, a la menstruación. Y a lo relacionado con la sexualidad. Lo que me lleva a pensar que, lo primero que se debería de hacer para tener las ideas claras frente a una futura maternidad, frente a la educación de unos hijos, es poner el nombre correcto a las cosas.

Vaya, nombrar a las cosas por su nombre, que para eso lo tienen. Creo que una forma de adquirir claridad es verbalizando bien, expresando con confianza y seguridad en el significado de las palabras que se emplean.

Autora invitada: Concha

1 personas:

JoseReyes on 12 de junio de 2010, 21:46 dijo...

Muy interesante lo que comentas. Sobre todo aquí en el sur se llega al absurdo en este aspecto. Los adultos hablan fatal, y si a esa escasez de vocabulario arrastrada desde la infancia le sumamos el llamar a las cosas con un nombre "creativo", acaban suponiendo casi una lengua nueva, y muy poco útil.

En este aspecto creo que la siempre despreciada televisión ayuda, ya que es casi el único medio por el que el niño puede darse cuenta que hay otras formas de expresarse además de la de los adultos que le rodean, y si tiene interés, puede mejorar su forma de hablar, superando fácilmente la de su entorno.

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