13 jun 2010

Dar y recibir


Últimamente he estado un poco desconectada de mis habituales quehaceres, ya que he estado acompañando a un ser querido en un proceso de enfermedad, lo que me ha dado cierto tiempo para reflexionar sobre algo que vengo observando. El hecho de que, en general y en las relaciones interpersonales, nos cuesta más “recibir” que “dar”.

Me explico. La mayoría de las personas tenemos un puntito altruista, o sea, estamos dispuest@s a ayudar al prójimo si se tercia la ocasión. Lo hacemos por amigos, por familiares, incluso por desconocidos a través de voluntariados. Y eso está muy bien porque nos sentimos útiles y aumenta nuestra autoestima.

Pero mi observación va más allá. En líneas generales, nos cuesta “recibir” de los demás y sobre todo si es algo gratis, o sea, a cambio de nada. Y creo que es porque se nos da bien eso de hacer de tabla salvadora, pero actuamos como que… ¡yo no necesito que me salve nadie! Y eso puede ser peligroso pues puede llevar a un desgaste emocional.

He podido observar que tendemos a rechazar obsequios de tipo no material. A veces me he ofrecido a alguien que, con su oculto lamento, o con su llamada a gritos, ha necesitado atención, una escucha, acompañamiento o simplemente presencia… y lo han rechazado sin más opción de diálogo, sin averiguar siquiera los motivos que me han impulsado a ello, considerando, quizás, que puede ser una intromisión. Porque, de verdad, que no llego a entender otra causa. Pero aún así, las personas en cuestión se siguen lamentando de su situación de soledad, de necesidad de apoyo… lo cual me lleva a pensar que puede esconder esto. Y se me ocurre que, si alguien rehúsa este tipo de regalo que la Vida le ofrece, le pone a su alcance, puede ser porque sienta que no se lo merece, lo cual confirmaría su baja autoestima y su necesidad real de apoyo emocional.

La verdad es que dicho así, puede parecer un poco de juego de palabras pero es tan sencillo como que, si queremos tener una botella siempre llena de agua fresca y no la rellenamos conforme se vaya gastando… la botella quedará vacía y de poco nos servirá para calmar la sed.

El estar siempre para todo y a punto, es una característica propia de las madres, sobre todo cuando están más vulnerables en situaciones de embarazo y/o crianza. Y aunque es cierto que el amor de madre es incondicional, como persona y ser individual, necesita estar nutrida para poder acudir a todo lo que acontece en estos periodos. Y esta necesidad es extrapolable al resto de personas que, como seres gregarios, necesitamos compañía, comprensión y apoyo.

Hace algún tiempo leí un artículo de Laura Gutman sobre “Nutrición emocional” y ahora, más que antes, sé bien a lo que se refiere. Y creo que es fácil de entender: si yo no estoy nutrida, no puedo nutrir. Y está claro que no se refiere a una alimentación física.

Con Amor

Autora invitada, Concha.

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